Ayer tomé el metro de Caracas por primera vez. Para ir al trabajo. Cuatro paradas de metro, y después una furgoneta con los cristales tintados. No arranca hasta que todos los asientos están ocupados y hay gente de pie (quiero decir, encorvada). Se paga al bajar, no al subir. El metro de Caracas, según todas las opiniones, es más seguro que la superficie. Lo cierto es que es más limpio, y puntal y eficaz. Pero tiene algo de hipócrita: hoy vi a un guardia del metro, en la plaza de Venezuela, recriminando a un joven que estuviese auclillado, esperando: "mala imagen, pana". Asombroso.
Si el cambio oficial de la revolución dólar contra bolívar está a 1/2.180, y el mercado parelelo te pagan el euro contra el bolívar a 1/4.500, ¿qué ocurre con el país? Que la inflación se dispara. En 2006, la inflación venezolana fue del 17%. ¿Que haces con los bolívares? Te los gastas. ¿Qué pasa con la demanda de divisa? Alza el vuelo. Y sube el precio. Resultado: "los bolívares no los quieren ni en Colombia". Papel mojado, papaíto.